no importa

Somos todo aquello que no queremos ser, lo que tememos, lo que odiamos, lo que negamos, lo que vemos en otros que nos ciega. 
Somos frágiles, vanos, quebradizos y simples. 
Somos absurdos, pretenciosos.
Somos tristes, apagados y futiles. 
No vemos, no escuchamos, no sentimos. 
Ni el reflejo de nuestra miseria en el espejo del día a día nos zarandea ni remueve, volvemos la cara con soberbia, inmersos en una burbuja multicolor, con el zumbido mortecino en los oídos, vibrante.

Y una vez más, un nuevo acto de conciencia ingrávida nos revela la simpleza de esta vida lineal que trazamos en zig-zag, ébrios de egoismo. 

Y así somos y así nos ven, y así nos sienten. 
El título del libro no importa a los ojos del que no lee, simplemente no existe.


Una vez viví. 
Y el recuerdo me acompaña como una sombra, larga y pesada que me ocupa el espacio vital y resta aire a mi respiración. Pero como un patrón que se vuelve a repetir, las estaciones cambian y los años llegan y se van, las personas aparecen y sucumben al paso del tiempo o del olvido, como devoradas por la magia misteriosa que escondemos en los bolsillos con naftalina en los armarios roperos o en los terciopelos de los cajones atiborrados donde anidan cosas sin valor o sin sentido. 
Una magia chispeante que se evapora al destapar el album de fotos antiguas y que recorre como una suave telaraña peregrina los rincones de nuestra memoria, suave, dulce y añeja. Punzante. 

Una vez creí vivir, pero no hay testigos de mi existencia, nadie que recuerde que así fué, ni vestigios de mi paso, ni huellas de mi pié. 
Las letras se borran y el espacio que ocupamos se llena. 
Ojalá se desborde alguna vez...

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